s, de llegar aún más al fondo, de acurrucarnos bajo la tierra y desaparecer para después resurgir más fuertes, con un blindaje en la piel que nos duraría el día entero ahí afuera, […]» «[…] para ella la habitación oscura era todo lo contrario: un escondrijo, una forma de cobardía, de ponerte a salvo unas horas,[..]» «[…] La habitación oscura se había convertido en un agujero donde escondernos, un lugar donde estar a salvo unas horas.»
La idea de fondo, aquello con lo que justifica la inclusión del cuarto oscuro, se resume fácilmente en la siguiente frase: «El mundo se desmoronaba mientras nosotros follábamos felices» (frase que se entiende perfectamente así, solita, pero que Rosa, en su afán detallista, se empeña en desarrollar hasta el agotamiento como hace con cada puta cosa que tiene lugar en la novela: «… la gente desgraciada era lanzada por los balcones con todos sus muebles y recuerdos mientras nosotros follábamos felices, los enfermos se morían en los pasillos de los hospitales esperando una prueba diagnóstica mientras nosotros follábamos felices, los padres de familia hacían cola con sus hijos en los comedores sociales mientras nosotros follábamos felices, los banqueros y sus políticos robaban a manos llenas mientras nosotros follábamos felices…») El problema, insisto, es que el mensaje, por más cargado de razón que esté, no da para mucho (desde luengo no para tanto) y comete Isaac el mismo error que en su momento cometió Bruno Galindo de incluir una supuesta trama de intriga, supongo que para rebajar un poquito la cosa social, tan cargante a veces, y justificar un libro de casi trescientas páginas que se las hubiese arreglado perfectamente con la mitad o un par de páginas en EPS. Esa puta manía de meter relleno total para dejarlo todo perdido de obviedades. «Tenéis demasiado miedo, nos reprochaba Silvia; y mientras vosotros tengáis más miedo que ellos, todo seguirá igual. En el fondo no queréis cambiar nada, vuestra aspiración es que todo vuelva a ser como antes. Aunque uséis grandes palabras y votéis en las asambleas por un cambio de sistema económico, en realidad seguís queriendo lo de siempre: una buena casa, un buen sueldo, un buen coche, unas buenas vacaciones. Protestáis, sí, pero con cuidado de no romper nada.»
|
Salvador Gutiérrez Solís
No te quedes ahí. Vamos, entra, ya estamos todos. Tras la cortina, la puerta: está abierta. No debe ningún lector temer entrar en La habitación oscura, aún a sabiendas de encontrarse en ella, porque se encontrará. De un modo u otro, estamos todos, y nos reconoceremos, en esa mano que nos roza junto al sofá, en las pisadas silenciosas del centro, en los jadeos de la esquina, en ese espejo en el que se transforma la habitación, cuando la oscuridad lo ocupa todo. La habitación oscura de Isaac Rosa es, sencillamente, una novela prodigiosa, un sublime artefacto literario que cuenta con todos esos ingredientes y elementos que convierten la narrativa, el contar una historia, en un apasionante proceso vital que te sacude, acaricia, empuja, insulta, atrapa o apabulla. Isaac Rosa demuestra con esta novela que es uno de los autores con más talento que podemos encontrar en la narrativa escrita en español, y no añado ningún adjetivo posterior, del tipo joven, de su generación o similares, a esta afirmación. Lo intuimos en El vano ayer, lo refrendamos en la deslumbrante El país del miedo, lo confirmó en La mano invisible y exhibe ya toda su madurez en La habitación oscura. Título tras título, Rosa ha crecido en técnica, en transparencia, en dominio y, sobre todo, en sinceridad. Una sinceridad real, esa que a todos nos ocupa y, seguramente, preocupa. Nos cuentan cada día que vivimos por encima de nuestras posibilidades, que la fiesta acabó y que ha llegado la hora de reponer los vasos rotos y limpiar el suelo. La habitación oscura nos cuenta ese trayecto, programado e ideológico, entre la fiesta y la resaca, entre la opulencia, en la que todos participamos de un modo u otro, y este desánimo actual que nos asola. Todo aquello tenía un precio, claro. La habitación oscura es una novela social, crítica, política, y por todo ello realista. Nos muestra quince años de auge y caída, de cielo e infierno, de sueños posibles e ilusiones rotas. Es, además, una novela que no obvia la autocrítica, especialmente en todo lo relativo a esa reacción de escaparate que irrumpe con fuerza en las redes sociales, en las portadas de los periódicos, pero que no logra sus objetivos, ya que luego se diluye tras su representación y no hace mella en el poder. Las nuevas tecnologías también están muy presentes en la novela de Isaac Rosa, pero como un elemento más de sometimiento y control. Entregamos nuestras vidas y sus cosas, nuestra intimidad, a una especie de habitación oscura virtual, sin tener muy claro quién, por qué y para qué nos están observando. Una reflexión muy acertada, alerta: tenemos muy cerca al enemigo, en este tiempo de consagración de lo propio como un espacio global. No debes tener miedo a la hora de entrar en La habitación oscura, aunque te encuentres y no te agrade el reflejo que contemples. Eres tú, soy yo, somos todos nosotros. Isaac Rosa ha escrito una novela que situará una nueva coordenada en el mapa de la Literatura española, una proverbial recreación de la época que nos ha tocado vivir, la mas veraz demostración de que la novela, cuando compromiso y talento van de la mano, sigue cumpliendo con su cometido: contar su tiempo. Anda, entra, no temas. No puedes dejar de hacerlo. |