«El día que Ricardo Duarte desembarcó en el puerto de Mahón, lo hizo bajo el nombre de Gustavo Braudel y su excusa fue que necesitaba un refugio...» Así comienza esta novela, en la que, en términos estrictos, no parece suceder nada, pero a la que el lector no podrá sustraerse, atraído por la intuición de un pálpito de acciones subterráneas. Del dibujo aparentemente fragmentario emergerá, como en un proceso de revelado, una historia de un fascinante magnetismo que transportará al lector al espacio de la literatura en estado puro.