El protagonista de esta novela es un empleado ejemplar: solo llega quince minutos tarde al trabajo —no por falta de tiempo, sino de ganas— y se sabe el nombre de casi todos sus compañeros, a cuyos correos incluso contesta a veces. Ejemplares son también sus aspiraciones: movido por el deseo de hacer carrera, se decide a participar en un duro proceso de selección en otra empresa. Tras superar una disparatada y sangrienta prueba de grupo y una exigente entrevista con un gato, para incorporarse a su nuevo puesto solo tendrá que notificar la baja voluntaria a Recursos Humanos y terminar de redactar el informe Penkse, una tarea de apenas una tarde que lleva posponiendo casi un año. Sin embargo, pasan las tardes y las semanas, el informe sigue abierto y el redactor no es capaz de abandonar una oficina en la que las reuniones duran meses y los viajes de empresa se hacen con sherpas.
Entre lo kafkiano y el absurdo, Rubio Hancock escribe una novela desternillante acerca del trabajo y los sinsentidos de la servidumbre laboral. En la empresa de «El informe Penkse» conviven historias y personajes construidos con un pulso cómico quirúrgico que, siguiendo la tradición de Eduardo Mendoza o Miguel Gila, destaca a Rubio como uno de los mayores expertos en humor de nuestro país.